Agricultura yóguica para obtener buenas cosechas

Pensar bien y poner el corazón genera, literalmente, buenas cosechas en cultivos de trigo, maíz, arroz, que crecen más fuertes y sin necesidad de agroquímicos. ¿Se podría aplicar en Argentina?

Por Lola López

Suena extraño pero el objetivo es claro: lograr mejores cultivos. La iniciativa es de la Fundación Brahma Kumaris, un movimiento espiritual mundial dedicado a la transformación personal y renovación del mundo y que tiene un «brazo» rural. Apoya el cultivo de una conciencia colectiva profunda, de paz y de dignidad, y fue creado en la India en 1937.

Los ensayos de la espiritualidad en la agricultura comenzaron en 2007 con la idea de crear cultivos orgánicos que cuidaran en ambiente, contribuyeran a la alimentación y ayudaran al desarrollo de las zonas rurales.  

La espiritualidad aplicada a lo productivo.
Foto: Brahma Kumaris.

Juan Vázquez Milling es médico homeópata y naturópata y representante de Brahma Kumaris, especializado en economía circular y en administraciones «desechos cero».

«La agricultura yóguica (AY) utiliza el poder del pensamiento como un fertilizante de los cultivos, porque los pensamientos son una fuente de energía que afecta nuestro ser y nuestro entorno» explica. «Entonces, podemos utilizar los pensamientos como una suerte de ‘fertilizante’ al enfocar nuestra energía mental a través de la meditación para impulsar el desarrollo integral de las plantas» señala el entrevistado.

En la meditación Raja Yoga que se practica en Brahma Kumaris (que significa conexión real y que se vincula con la realización del ser espiritual) quien practica se conecta con la Supra Consciencia Universal y es posible la transformación del pensamiento para generar pensamientos positivos y elevados. Y esto es clave, porque los pensamientos son una fuente de energía sutil, que es la que crea la realidad que vivimos, nada más ni nada menos.  

En este contexto, los agricultores meditan en diferentes momentos del proceso del cultivo, comenzando por la semilla, siguiendo con la germinación, el desarrollo y al final la cosecha de las plantas. Tanto las semillas como el abono son orgánicos, libres de agroquímicos y de cualquier modificación genética, y se respetan los ciclos naturales de los ecosistemas donde se encuentran los cultivos. 

La semilla, protagonista

«Lo primero es el reconocimiento de la semilla como origen de vida y alimento, dándoles el respeto que se merecen vinculado al hecho de ser sagradas» explica Vázquez Milling. «Las semillas se ubican en los recintos de meditación, donde los yoguis meditan con la intención de fortalecerlas con energía espiritual y este proceso puede durar varios días, según la planta o la necesidad del tiempo de cultivo. Luego, el agricultor siembra las semillas, tarea que se realiza en silencio y con un cuidado especial (muchos de los agricultores también son yoguis, por lo tanto, practican yoga y meditación de forma cotidiana). Una vez sembradas las semillas, varios yoguis se sientan a meditar alrededor de los cultivos para continuar brindando energía espiritual para el bienestar de las semillas y las germinaciones«. 

Se continúa meditando durante los días siguientes sobre los cultivos, en la mayoría de los casos de forma diaria dependiendo de la necesidad, estado de las plantas, ecosistema, clima o cualquier tipo de variante.

Otro ejercicio muy importante es la visualización del crecimiento de las plantas ya que las visualizaciones tienen un efecto similar al de un campo de fuerza sutil que ayuda a controlar pestes o insectos. En la cosecha se ofrece una meditación especial para agradecer a las plantas por su vida, desarrollo, salud, vitalidad, nutrición y energía. 

«Según las experiencias realizadas, la calidad de los cultivos fue superior, particularmente en la resistencia a los insectos, el valor nutricional y la energía; además hubo mayor germinación de raíces y más actividad microbiana en el suelo» explica el especialista.

«Es decir, no hubo mayor cantidad de plantas pero que las que nacieron eran superiores a las de antes de esta experiencia: tuvieron mayor calidad y sabor y como un aspecto saludable. Se realizaron estudios donde se comprobó que la mayoría de las legumbres, cereales y vegetales cultivados tenían una mayor densidad de nutrientes, eran mejor aún que la agricultura orgánica común y, sobre todo, mucho mejor que la agricultura que usa químicos lo cual se debe a que la agricultura yóguica trabaja con las fuerzas creativas de la naturaleza en lugar de ir en contra» señala el especialista.

Meditar para transmitir energía a las plantas.
Foto: Brahma Kumaris.

Apoyo estatal

Es importante destacar que el Ministerio de Agricultura de la India apoya la iniciativa de distintas maneras. Una de ellas es con la educación a la comunidad de agricultores y en la organización de eventos, invitándolos a contar la experiencia y a capacitar a las comunidades.

También ha participado la academia con investigadores también que los han ayudado, obteniendo subvenciones o incentivos para probar con este tipo de agricultura innovadora.

El Gobierno ha reconocido el impacto de la agricultura yóguica en diversos eventos públicos y ante varias organizaciones nacionales e internacionales.

Ante este panorama, crece el entusiasmo y se piensa que este sistema se podría traer a la Argentina, pero «por ahora las iniciativas de agricultura yóguica en distintas partes del mundo han sido experimentales» dice Vázquez Milling. «La comunidad científica ha mostrado un gran interés y se han realizado muchos estudios sobre las semillas donde han encontrado mejores resultados en términos de calidad y rendimiento. Hay coincidencia en los efectos positivos en lo social, económico y en lo ecológico, a la vez que se está transformando la manera en que los agricultores se relacionan con el ambiente y con su propio trabajo ya que disfrutan de lo que hacen«. 

En la Argentina aún no hay experiencias pero para más información se pueden contactar con https://www.instagram.com/brahmakumarisarg/.

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