Caligrafía de la imagen. O una mirada diferente de la crítica del cine.

David Oubiña acaba de dar a luz su flamante libro de 600 páginas, respaldada por la editorial Prometeo. La entrega enfoca un análisis sobre el transcurso de la historia de la crítica del cine con el período posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial como punto de partida.

Oubiña que también se desempeña como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras y la Fundación Universidad del Cine, revela: “El proyecto empezó como una excusa para revisar de manera sistemática los Cahiers du cinéma, una revista que fue muy importante en mi formación. Empecé a trabajar en el proyecto gracias a una beca Guggenheim y luego lo desarrollé como parte de mi investigación para el Conicet”.

Doctor en letras con la especialización en Cine, señala: “Pienso en Caligrafía de la imagen como una reunión de varios libros; porque hay largos capítulos dedicados a la crítica en los Estados Unidos, en Gran Bretaña y en Latinoamérica; pero, en todos los casos, lo que surge de allí es que, durante los años 60 y 70, siempre se escribe con o contra los Cahiers”.

Acerca de lo que se denomina la política de los autores, Oubiña remarca que “constituye un marco polémico de confrontación que permite justificar el gusto y la defensa de algunos directores concretos. No cualquier director, por supuesto; más bien, solo unos pocos. Un cineasta es un autor no porque tenga una obra vasta ni tampoco porque resulte capaz, eventualmente, de realizar una gran película”. 

Y añade: “Un director es un autor porque logra proponer una cierta idea del mundo y del cine. O más bien: una cierta idea del mundo a través del cine. “Es preciso amar a Friz Lang”, dice Truffaut. “Hay que amar todos sus films –los buenos y los malos– porque todos nos conducen a Lang”.

Respecto a la mutación de la crítica, el ex redactor de la revista Amante, expresó: “El cine clásico no tuvo crítica clásica. La crítica del cine clásico vino después. Ésa fue la invención de Cahiers du cinéma. Y por eso, también, el cine moderno surge con sus propios comentaristas. Cuando los discípulos de Bazin rescatan a ciertos directores clásicos, ya están pensando en las películas modernas que ellos van a realizar. Para mí, la crítica de cine es, por definición, crítica moderna”.

“Hay un desfasaje entre el cine y las otras artes: porque mientras Joyce escribe Ulises y Picasso pinta Las señoritas de Avignon, Griffith piensa en Dickens como modelo narrativo para los films. Por eso, hasta que aparece Cahiers, la crítica de cine fue una provincia de la literatura decimonónica. Bazin, el primer gran crítico, es también el primer crítico moderno que piensa en términos específicamente cinematográficos. Y Serge Daney –que muere en 1992– es probablemente el último gran crítico. En ese arco que va de uno a otro está todo”, finalizó.

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