Cuando la Unión Soviética y el Partido Comunista Argentino no hablaron de derechos humanos y respaldaron a la dictadura

Las críticas del presidente Jimmy Cartes de los Estados Unidos a las violaciones a los derechos humanos irritaron a la Junta Militar. La relación con el Kremlin y el sorprendente argumento del PC para apoyar a los dictadores y prefirieron no hablar de la criminal persecución a la izquierda.

Una misión comercial con 65 funcionarios de la Unión Soviética aterrizó en Buenos Aires a fines de octubre de 1976. El motivo del viaje era que se realizaría una muestra de la industria de ese país en el Centro Municipal de Exposiciones de Figueroa Alcorta y Pueyrredón.

El evento, planificado antes del golpe militar del 24 de marzo, llevaba el título de “Unión Soviética hoy” y había sido confirmado luego de que la Junta Militar tomara el poder, a pesar de la oposición de los sectores del Ejército más obsesivamente anticomunistas, encabezados por el jefe del I Cuerpo, Carlos Guillermo Suárez Mason.

Cuando llegó el momento de la inauguración, ya habían pasado siete meses desde el derrocamiento del gobierno constitucional y las violaciones a los derechos humanos en Argentina eran denunciadas por influyentes sectores políticos y periodísticos del mundo occidental. En Estados Unidos, por ejemplo, aunque el gobierno del republicano Gerald Ford apoyaba a la Junta Militar, la cuestión de los desaparecidos no sólo era noticia en los medios sino que había sido discutida en el Capitolio, a instancias de legisladores demócratas.

La posición de la Unión Soviética con respecto a la dictadura argentina no estaba entonces del todo clara, a diferencia de lo que pasaba con el régimen del vecino Chile. La superpotencia comunista era un fuerte adversario de la dictadura de Augusto Pinochet y había realizado un fuerte gesto político en uno de los ámbitos más visibles mundialmente: el fútbol. Los soviéticos se habían negado a presentar a su selección en Santiago en el repechaje de las eliminatorias para el Mundial 74, ya que se pretendía jugar el partido en el Estadio Nacional, “salpicado con sangre de patriotas chilenos”. Por el boicot habían perdido la oportunidad de jugar el Mundial de Alemania. Sin embargo, no había habido señales significativas con respecto a la visión soviética sobre el gobierno de Jorge Rafael Videla.

El contexto de la muestra en la Buenos Aires de 1976 era de tensión y el Centro Municipal de Exposiciones había sido rodeado de policías y carros de asalto, con la excusa de cuidar la seguridad de los asistentes. El primer discurso, en tono formal, fue del secretario argentino de Comercio Exterior, Roberto Fraguío. El segundo fue del jefe de la delegación visitante, el viceministro de Relaciones Exteriores, Alexsey Manzhulo.

El alto funcionario dijo entonces el mensaje político que la dictadura quería escuchar: El Kremlin, “fiel a la política de coexistencia pacífica en sus relaciones con otros estados, sigue rigurosamente los principios del respeto a la soberanía nacional, la no intervención en los asuntos internos, la igualdad de derechos y el beneficio mutuo”.

Esa declaración estableció la tónica de que lo que sería durante los años siguientes el trato de la Unión Soviética hacia la Argentina, marcada por el privilegio de las relaciones comerciales y el silencio del gigante comunista ante los crímenes que cometía la dictadura, justamente en nombre del combate contra el comunismo internacional.

La Unión Soviética incluso bloquearía más de un intento de condenar a la Argentina en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Pero sería el Partido Comunista Argentino el que iría todavía bastante más allá para incursionar muchas veces en la defensa entusiasta de la dictadura, cuando en el mundo se la señalaba por la cuestión de los derechos humanos.

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