«Cuando llegamos de Malvinas, no se habló mucho, se trató de tapar, se lo mezcló con la dictadura»

En el mes en que se conmemoran los 40 años de Malvinas, entrevista a José Caggese, excombatiente y autor de «El libro de la buena memoria«.

Por Inés Tiphaine  

A 40 años de Malvinas, bajo el lema «Malvinas nos une», durante el mes de abril exveteranos y veteranas, excombatientes y personal de enfermería, realizaron actividades en colegios en diversos puntos del país. Tal el caso de José Gaggese, excombatiente, quien habló con El Canillita Digital sobre su participación en la guerra y los detalles de la vuelta al país.

José Caggese y su familia. Foto: familia Caggese.

¿Cómo empezó su experiencia de vida en Malvinas?

Los primeros días fueron a continuación del servicio militar porque, aunque ya me habían dado de baja el 10 de marzo de 1982, me reincorporaron el 9 de abril a Malvinas. Pero no era seguro, nos tenían acuartelados y sin saber bien qué era lo que iba a suceder. El día 14 de abril nos subieron a unos camiones, de ahí fuimos a la base aérea de El Palomar, después fuimos a Aerolíneas y más tarde llegamos a Río Gallegos, donde pasamos la noche. Como había mucho viento, no aterrizamos en Malvinas. Al otro día subimos a un avión Hércules, esos que te muestran en las películas, con cuatro motores enormes.

¿Cómo fue la llegada a las islas?

Al llegar nos sorprendimos por la cantidad de militares que había. Cañones, tanques, municiones, armamentos, misiles, aviones que despegaban y aterrizaban continuamente. Parecía una película, no tomábamos conciencia todavía, pensábamos que simplemente íbamos a estar unos días y que los ingleses no iban a venir.

¿Cuándo cambió esa percepción?

A partir del 1° de mayo, que fue el bombardeo al aeropuerto, ya comenzaron los ataques permanentes de la flota, los bombardeos navales. En mi sector caían 40, 50 bombas por noche. El 90% de los ataques ingleses fueron de noche, aprovechándose de que Argentina no tenía tecnología suficiente como para poder detectar sus aeronaves o los barcos que se acercaban a la costa.

¿Cuál fue su reacción cuando se enteró de que tenía que ir a la guerra?

Fue como cuando a uno le dan una noticia terrible y se queda bloqueado. Muchas veces me preguntan: «¿No pensaste en otra alternativa?». Ni se me ocurrió pensar en no ir. Era un tema de patriotismo, relacionado a mi patria, y además, uno no podía elegir si iba o no. Sí hubo casos particulares de soldados que tenían a la madre enferma, o que tenían un hermano enfermo y eran reemplazados antes de subir a los camiones. Una vez que subimos a los camiones, no hubo ningún cambio, yo estuve como dos días en pausa, solamente cumplía órdenes.

¿Cómo los recibieron cuando volvieron de las Islas Malvinas?

El recibimiento fue extraño. Volví como prisionero en el buque Camberra, un barco de lujo que usaron para el transporte de tropas. Éramos unos 4.500 soldados y llegamos de Malvinas a Puerto Madryn, después de tres días de navegación. Serían las cinco de la tarde y estaba todo el pueblo de Madryn. Los diarios al otro día publicaron que «fue el día que Madryn se quedó sin pan«, porque la gente, sabiendo que veníamos, nos tiraba comida por la ventana. Lo que fue el recibimiento de Madryn no lo voy a olvidar más en mi vida.

¿Y en Buenos Aires?

Cuando volvimos a Buenos Aires llegamos de noche nuevamente al aeropuerto de El Palomar y nos escondieron. Nos hicieron subir en unos micros de una empresa conocida y fuimos tapados. No sabíamos adónde íbamos y después nos dimos cuenta de que habíamos arribado a Campo de Mayo.

¿Cómo hicieron para comunicarse con los familiares?

Algunos pudieron tirar los números de teléfono por la ventana del micro. Fue increíble porque el 99% de la gente que recibió los papelitos llamó a la casa de los soldados. Muchos padres felices de recibir la noticia de sus hijos, porque hacía veinte días que no tenían noticias nuestras y las cartas demoraban quince días en llegar. Estuvimos varios días en Campo de Mayo hasta que, después de varias revisiones médicas, empezaron a llamar los familiares y nos tuvieron que largar. Yo llegué a casa el 21 de junio, 20 días después.

El 40º aniversario de Malvinas llevó a muchos excombatientes a dar charlas en las escuelas.

El reencuentro

¿Cómo fue el reencuentro con su familia y amigos?

Fue increíble. Me habían llevado a La Plata y no hice tiempo de avisarle a mi familia. Ya en el aeropuerto de Trelew los pude llamar. Conseguí unos cospeles y hablé con mi mamá, que se desmayó, porque no sabían de mí hacía quince días. Mi papá agarró el teléfono, le conté dónde estaba y que íbamos a Buenos Aires. Después ellos se enteraron adónde nos llevaron por un militar amigo.

¿Cómo se encontraron?

Finalmente, desde La Plata los llamé y les dije que iba a llegar a la estación de Constitución. Cuando llegué al andén estaba lleno de gente, como 50 personas esperándome, mi familia, amigos, vecinos. Estuve toda la noche sin dormir contándoles cosas a mis hermanos. Respetaron mucho el silencio y el recibimiento fue increíble.

Las escuelas conmemoraron el 2 de abril con charlas sobre el Día del Veterano y los Caídos. ¿Esas charlas ayudan a recordar y a no olvidar?

Soy un convencido de que las charlas en las escuelas, los actos, los programas de televisión y de radio, y los programas que salen en internet, ayudan a que no quede en el olvido todo el sacrificio que hicimos, tanto los soldados que quedaron allá como los que sobrevivimos. La mayoría tenemos 60/61 años y un día no vamos a estar más. Y no queremos que la causa de Malvinas quede en la nada. Como siempre digo, los verdaderos héroes son los que murieron allá en Malvinas, yo no me siento un héroe para nada. Está muy bien que en los colegios se haya recordado el 2 de abril. Las charlas me encantan, ver la emoción de los chicos, me dicen que soy su ídolo. Es muy emocionante.

Charlas en los colegios en la Ciudad de Buenos Aires. Foto: José Caggese.

Acerca de la memoria

Escribió «El libro de la buena memoria«. ¿Cómo surgió la idea?

Sí, algo inimaginable para mí, porque no soy un gran apasionado por la lectura. Pero una vez fui a dar una charla en un colegio en una zona heavy, como dicen los chicos, una zona quizá un poco menos disciplinada. Era una de las primeras charlas que daba y la verdad es que surgieron preguntas muy interesantes y los alumnos (unos 150, aproximadamente, todos de secundario) se mostraron enganchados y yo estaba muy emocionado. Lloré por momentos. Cuando se terminó, los profesores me felicitaron, me abrazaron y me dijeron: «Para nosotros vos tendrías que escribir un libro. Tenés una manera de relato muy apasionante, mantuviste la atención de todos«. Y así fue.
¿Es una forma de reconstruir lo que ocurrió?
El libro es muy sencillo, un relato que puede entender cualquiera. No habla de estrategias militares, es un simple relato de los setenta días que pasé en Malvinas. Lo pude hacer gracias a un diario que escribí allá. Además, incluye las cartas que había enviado me ayudaron a repasar los hechos. Es tremendo el contacto con la juventud y me encanta que les interese el tema de Malvinas, porque hubo una campaña de «desmalvinización» bastante angustiante. Sobre todo, cuando llegamos de Malvinas, no se habló mucho, se trató de tapar, se lo mezcló con la dictadura.

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