La escasez de agua azota a millones de personas en el mundo, pero el debate en esta población de la Patagonia argentina es cómo proteger y administrar su gran cantidad y calidad.

En estos lugares y otros muchos la crisis mundial por el acceso de agua en cantidad y calidad ya es diaria. Expertos de la ONU y otras organizaciones vinculadas a los recursos naturales, vienen alzando la voz desde hace tiempo asegurando que a medida que continuamos calentando el planeta, estamos radicalizando el ciclo hídrico; eso se traduce en sequías más extremas y temporadas de lluvia más intensas, con tormentas cada vez más peligrosas.

En la ciudad de Zapala, hogar de unas 40.000 personas, no tienen estos problemas. Allí cada vez que alguien tira la cadena del inodoro, lava los platos, el auto, la vereda, o riega el patio, lo hace con agua mineral natural de la más alta calidad, de acuerdo con los parámetros del Código Alimentario Argentino. EAMSEP, la entidad pública a cargo de la red de distribución del agua de la ciudad, le agrega dosis mínimas de cloro por motivos de seguridad, nada más.

Antes de llegar al grifo de los habitantes, el agua del acuífero Zapala fue alguna vez nieve o lluvia de la cercana precordillera andina, pero ese antes es mucho antes; el agua que toman hoy, fue nieve hace 120 años, en 1900, o incluso siglos antes. El agua de Zapala es rica, en el mejor sentido. Es pura. Para los zapalinos es además su única fuente de vida. La ciudad no cuenta con otro recurso hídrico, ni la posibilidad o necesidad de tenerlo.

La cantidad y calidad del agua del acuífero Zapala es única, según un informe sobre la salud del acuífero presentado en diciembre del 2018 y realizado por el laboratorio de Hidrogeología de la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca). Este documento es una actualización del único estudio exhaustivo que se ha hecho hasta ahora de la zona.

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