El intestino: nuestro segundo cerebro

Según recientes estudios, la abundante flora bacteriana que habita el sistema digestivo puede alterar nuestro estado de ánimo y nuestro comportamiento.

Antes era poco lo que se sabía sobre las especies que componen la vibrante comunidad bacteriana que habita el intestino, porque su predilección por ambientes anaerobios, esto es, sin oxígeno, impedía cultivarlas en el laboratorio. Esto fue así hasta la aparición hace una década de la metagenómica, conglomerado de técnicas que ha permitido describir comunidades enteras, a una velocidad y con un detalle nunca vistos.

«A partir de una pequeña muestra podemos obtener un panorama muy completo. Gracias a la genómica, secuenciamos el material genético e identificamos a los microbios; con la transcriptómica sabemos qué genes están activos; la proteómica determina qué proteínas se están sintetizando; y la metabolómica, qué metabolitos se acumulan en la célula», explica Rob Knight, profesor de la Universidad de California en San Diego.

Knight, que dirige uno de los más importantes laboratorios a nivel mundial dedicados al estudio del microbioma –el censo de los microorganismos que habitan el ser humano–, afirma lo siguiente: “De todas las comunidades del cuerpo, la mayor, la más diversa y la más estudiada es la del intestino. Contiene miles de millones de individuos, pertenecientes a más de mil especies distintas con más de tres millones de genes, muchísimos más de los que hay en el ADN humano”. Y sus capacidades van mucho más allá de lo que se pensaba.

En 2011, un grupo de científicos de la Universidad McMaster, en Canadá, razonó que una buena estrategia para investigar el impacto de las bacterias en la psique sería evaluar qué ocurre cuando la microbiota se encuentra muy alterada, estado que recibe el nombre de disbiosis. Para ello, administraron un potente cóctel de antibióticos a una estirpe de ratones caracterizada por su timidez. Como una bomba, los fármacos arrasaron la flora intestinal de los roedores, lo que propició un cambio drástico en su conducta: pasaron de ser tranquilos a buscar aventuras.

En lo que se refiere a los humanos, se han registrado casos de pacientes que al recibir tratamiento antibacteriano sufren el fenómeno conocido como psicosis inducida por antibióticos. Y cuando estos se les son retirados, los pacientes vuelven a su estado normal. Inspirado por sus resultados preliminares, el grupo de investigación canadiense decidió entonces explorar si la flora intestinal está realmente implicada en las diferencias de personalidad. Tras elegir dos estirpes de ratones distintas, intercambiaron sus microbiotas, lo que permutó también el comportamiento de los animales.

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