Las tenistas latinoamericanas, sin opciones a la cima mundial

A diferencia de sus pares masculinos, las jugadoras deben emigrar a Europa o Estados Unidos si quieren vivir de este deporte.

América Latina es un territorio en el que las mujeres no pueden jugar al tenis. O al menos, salvo un par de excepciones, no pueden vivir de jugar al tenis. Las tenistas latinoamericanas que aspiran a insertarse en el ranking están expuestas a un sistema que las espanta o las expulsa. Para sumar puntos deben instalarse varios meses al año en Estados Unidos o Europa, un esfuerzo económico que no puede afrontar casi ninguna, por lo que la inmensa mayoría termina retirándose.

“La única posibilidad de sumar puntos en el circuito femenino es irse a vivir afuera, a Europa o Estados Unidos. Para las chicas de nuestro país y nuestra región, salvo que tengas mucha plata o te la presten, vivir del tenis es imposible», dice Catalina Pella, que en 2019 representó a Argentina en la Fed Cup y en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y que ganó, también en la capital peruana, una de las citas que reparte 15.000 dólares, el escalón más bajo del profesionalismo de mujeres. «El problema de esos torneos es que no mueve el amperímetro en el ranking. Jugás por lo económico para ganar muy poco dinero, aunque es algo, y ese algo te permite seguir una semana más», agrega.

En el ránking de la WTA hay un problema del que pocos suelen percatarse: las diferentes oportunidades para las mujeres de la región. Entre los 100 primeros lugares de la clasificación femenina solo se infiltra, en el puesto 79, la latinoamericana Mónica Puig de Puerto Rico, un estado libre asociado de Estados Unidos, acaso una síntesis de cómo el primer mundo lidera hasta cuando no quiere.

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