«Licorice Pizza», el regreso de Paul Thomas Anderson y el Oscar que viene

La nueva película del talentoso director cosechó tres nominaciones al Oscar.

Por Gastón Dufour

Los cines, poco a poco, vuelven a su ritmo de estrenos y uno de los más importantes de los últimos meses fue el de «Licorice Pizza», la última obra de Paul Thomas Anderson.

En un rápido repaso de su carrera y de los grandes títulos que forman parte de su filmografía, es posible mencionar el primer gran éxito de Anderson, «Boogie nights» (1997), un viaje relámpago y salvaje a la industria del porno de los ‘80, con un elenco superlativo entre quienes se encontraban Mark Wahlberg, Julianne Moore, Burt Reynolds, Don Cheadle, John C. Reilly, William H. Macy y Heather Graham.

Otro de los puntos altos de su filmografía es «Magnolia» (1999), con la que Tom Cruise, en un papel secundario, se consagró como un buen actor. Este elenco también era superlativo y tenía varios actores que aparecieron en otras de sus películas

Otro punto alto de su cine es «Punch-Drunk Love», que en la Argentina se estrenó con el título de «Embriagado de amor» (2002), sobre un hombre retraído y con complicaciones de vinculación social, criado por siete hermanas, que descubre de manera tan repentina como accidental que es capaz de llevar adelante una relación amorosa, protagonizada por Adam Sandler, Philip Seymour Hoffman, Emily Watson y Luis Guzmán.

Más acá en el tiempo, «El hilo fantasma» (2017), un melodrama que cuenta la historia de un modisto en la Inglaterra de inicios de la década de 1950, emocionalmente complicado con sus modos, el vínculo con su hermana y socia y la relación con su amante, protagonizada por Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps y Lesley Manville.

Regreso con gloria: “Licorice pizza”

Con dos protagónicos tan sorpresivos como interesantes, a cargo de los debutantes Alana Haim y Cooper Hoffman en los roles de Alana Kane y de Gary Valentine, respectivamente, «Licorice pizza» es un típico coming of age, con las bases clásicas del género, relacionadas con el crecimiento emocional de sus protagonistas bien plantadas, normas de las que es complejo que puedan escapar en su avance.

La evolución de los personajes es al menos confusa y, por momentos, parece estar detenida en el avance del relato, en medio de una película desprolijamente poética. El personaje de Haim entiende el mundo a su modo, que funciona como contexto de su realidad, y el relato la muestra de alguna manera dueña de cierta falta de conciencia de ello y sus modos.

Cooper Hoffman no sólo es una revelación, sino un guiño notable de Paul Thomas Anderson, porque es hijo del malogrado Philip Seymour Hoffman, actor que participó de varias de las películas del director. Casi como una posta que toma el hijo.

El amor, tanto como el autoconocimiento, se ordena al ritmo desacompasado que las aventuras de los personajes regalan, a través de una heroína que encuentra su lugar con una brújula tardía, y que combina (y acompaña) sus emociones con su figura vincular emocional en un vuelo de escape a las imposiciones del afuera. 

La sensación de sentirse «a tono» con el ordenamiento de las emociones, que se mueven hacia el amor, se hacen presentes en medio de la aparición de esos cambios que definen a las piezas que construyen el núcleo de vínculo del film, que ya tiene en su poder los pergaminos de nominación al Oscar en tres categorías: Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original.

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