«Lo que más me interesa como espectador, es el absurdo que manejaba». Martin Piroyansky sobre su método Tangalanga.

Tan solo con escuchar apenas una de las bromas de su voluptuosa colección, la imagen del Doctor Tangalanga trae los 90 y un poco más acá los recuerdos más divertidos en la televisión argentina. 

Quien asumirá su papel, a modo de tributo, es Martin Piroyansky: “Con Mateo somos amigos hace diez años, pero nunca habíamos trabajado juntos. Éramos vecinos y de pronto el productor Diego Dubcovsky le presentó este proyecto que ya venía dando vueltas. La contrapropuesta fue hacer esta historia basada en la vida de Tangalanga, pero con una libertad enorme”.

Para llevar adelante esta biopic, el protagonista de Permitidos (2016) señala una referencia artística: “Yo soy muy fan de Carrey, casi que actuó por él. De chico vi La máscara y me cambió la vida. Fue mi ídolo durante toda la infancia, y El método Tangalanga en cierta forma es muy parecida a esa película: un personaje en el que conviven un doctor Jekyll y su señor Hyde, la idea de que a través de un dispositivo alguien tímido en su vida cotidiana se vuelva extrovertido”.

«Acá tuve la oportunidad de irme un poquito más a la mierda haciendo dos personajes claramente opuestos y jugando un poco en ese terreno, que es básicamente por el que empecé a actuar», revela.

Luego, a propósito con las sensaciones post obra, añadió: «La verdad es que me divirtió mucho. Viendo la película, mi autocrítica es que debería haberme ido todavía más a la mierda. Pero me sentí muy cómodo jugando en esas aguas que no conocía. Jim Carrey genera sentimientos encontrados. Hay mucha gente lo que odia, que dice que es exagerado. Pero a mí me encanta, creo que hizo algo totalmente distinto a lo que se hacía en ese momento y rompió una barrera de lo que eran las posibilidades de la comedia de los ’90. Medio como Jerry Lewis en su momento».

Acerca de la composición de la obra que dirige Mateo Bendesky, Piroyansky  contó que «conocía al personaje de haber escuchado algunas llamadas, pero no era fanático ni experto. Me parecía simpático. De chico también hice jodas telefónicas, así que conocía un poco del tema. De hecho, cuando empecé con la película le pregunté a mi viejo y me dijo que en casa teníamos un cassette que escuchábamos, pero yo no me acuerdo. Por eso tuve que ‘hacer la tarea’ y escuchar todo lo que había en Spotify y en Youtube, un proceso de investigación muy divertido».

El protagonista, explica: «Lo que más tomo de Tangalanga, lo que más me interesa como espectador, es el absurdo que manejaba. Uno lo recuerda como un gran puteador, que lo era, y con chistes medio homofóbicos que hoy no se podrían hacer, pero tenía un imaginario absurdo espectacular. Y creo que esa es la clave de lo que hizo, todo lo otro es más cosmético. Hay una llamada, por ejemplo, a una mueblería en la que dice que compró un placard y que llueve adentro incluso cuando afuera hay sol. Son ideas muy absurdas que enroscan a los que llamaba y los mantenía diez minutos dando vueltas. Uno se pregunta cómo es posible que esa persona no le corte».

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