Los cursos de ingreso, un asunto familiar

Cada comienzo de año, numerosas familias lidian con los exámenes de ingreso a colegios prestigiosos. La palabra de los expertos.

Por Bárbara Guerschman

El ingreso a la universidad representa un hito significativo en la vida de los adolescentes en EE.UU., no sólo por dejar sus casas de infancia y mudarse a estas instituciones, sino por el proceso que supone aplicar a varias universidades aguardando la ansiada aceptación.

En la película «Admitido» (Dir. Steve Pink, 2006), a Bartleby Gaines (Justin Long) le llegan numerosas cartas de rechazo y, ante el temor de confesar a sus padres esa rotunda negativa, falsifica una carta de admisión de una universidad ficticia que da lugar a situaciones desopilantes.

Para un determinado grupo de alumnos de séptimo grado en CABA, este elevado nerviosismo y expectativa se hace patente al inscribirse en los cursos de ingreso para algunos de los más reconocidos colegios porteños, famosos tanto por su excelencia académica como por su compleja admisión.

Tal es el caso del Nacional Buenos Aires, el Carlos Pellegrini, el Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE) y la ORT. En virtud de la reconocida dificultad que implica atravesar estos cursos, son varios los profesores particulares e institutos que brindan preparación, como es el caso del instituto «Victor Class«.

Los institutos de preparación para ingresar al secundario, como el de la familia Damonte (foto) son la tabla de salvación a la que se aferran padres e hijos.

Creado hace 20 años, su fundador Víctor Damonte –terminó de cursar la carrera de Ingeniería en 1987– dicta clases de matemáticas, física y química junto a sus dos hijas, ambas egresadas del colegio Carlos Pellegrini: Andrea y Giselle. La primera es economista de la UBA y la segunda es licenciada en Administración, también de la UBA. Los tres charlaron con El Canillita Digital sobre un tema que atraviesa a miles de familias cada comienzo de año.

¿Cómo empezaron este camino de la preparación para el ingreso al secundario?

Víctor Damonte: empecé primero dando clases particulares de Matemática en las cuales me especialicé sumado a Física, Química, todas las cosas que a nadie le gustan (risas). Mis hijas fueron creciendo y yo trataba de ayudarlas en todo. Así fui adquiriendo experiencia como profesor y padre. Me fui especializando en estos ingresos. 

Víctor Damonte: «Respecto a un Plan B por si no ingresa, hay de todo, hay padres muy ordenados que ya lo tienen y hay otros que no. Lo sugerimos suavemente, porque es sano, en algunos casos más que en otros«.

Giselle Damonte: doy materias relacionadas con las matemáticas, Literatura pero también Inglés que estudié durante muchos años. De hecho, trabajé en Canadá para la empresa Quilmes. 

Andrea Damonte: si bien soy economista, me formé en los programas de educación emocional. Realicé una maestría dictada en la Universidad de Barcelona, para complementar la formación más dura y cognitiva que requieren estos cursos. También acompañamos a los alumnos en todo lo relativo a habilidades para la vida, para enfrentar un fracaso y la consiguiente frustración. Esto es clave porque son colegios excelentes, muy exigentes y demandados. Es súper importante acompañar a los chicos y padres generando el clima de apoyo y contención.

¿Cuál es la trayectoria de un chico que quiere ingresar a algún colegio universitario? ¿Cuándo se empiezan a aproximar las familias? 

VD: Muchos empiezan en 6º grado. Pero, con el tema de la pandemia, pasó algo especial con la educación: recibí llamados de padres muy preocupados porque los chicos no avanzaban en la escuela. En el 2021, me llamó una mamá egresada del Buenos Aires, que tenía una hija en 5º grado y me dijo «mi nena no aprende nada con las clases virtuales ¿le podés explicar algo?». Giselle le empezó a dar clases y se armó un grupito re lindo con dos nenes más del mismo grado. Este año formamos grupos de 6º grado, no es lo más usual pero realmente el nivel de los colegios es tan alto…

¿Cómo se prepara a los chicos respecto a la cuestión emocional?

AD: tenemos un programa de formación emocional para ellos, que hacemos en formato de talleres donde desarrollamos distintas competencias. ¿Qué pasa? Lamentablemente, hay un indicador dicotómico que es ingresar o no hacerlo. Tratamos, entonces, de ir un poco más allá, que haya un disfrute del proceso, sea cual fuere el resultado. Los chicos se quedan con una carga que, en ocasiones, refleja las exigencias de los propios padres quienes, sin quererlo, les transmiten su tensión y ansiedad. En otros talleres, invitamos a los padres que puedan sumarse para hablar de sus expectativas y cómo pueden acompañar a los hijos. A lo largo de todo el año, trabajamos competencias como la tolerancia a la frustración y la empatía. No es un trabajo rápido y, en ocasiones, recién a fin de año se ven pequeños resultados. Buscamos generar en las clases y los talleres un clima de bienestar y compañerismo. Lo hacemos de forma lúdica y con teatralización, sin que sume tanto tiempo porque sabemos que la agenda está cargada. Nos basamos en un programa de modelos de competencia, dictado en la Universidad de Barcelona.

Giselle Damonte: «A lo largo de todo el año, trabajamos competencias como la tolerancia a la frustración y la empatía«.

GD: en ocasiones, la principal traba del ingreso es el mismo proceso de maduración. Para nosotros, entonces, es central el tema de la comunicación con el alumno, para que se genere confianza y nos vaya dando una devolución. Vos explicás un tema y después resulta que algunos no lo entendieron, porque son tímidos y no se atreven a decirlo. Es importante que los padres estén al día, sabiendo los avances en conocimiento y habilidades interpersonales de sus hijos. Es un año clave y trascendental en sus vidas, con muchas presiones y la idea es que los padres acompañen para que los chicos vayan siendo un poquito más independientes, asumiendo más responsabilidad: este es mi examen y desafío, yo puedo y debo hacer las tareas.

Uustedes hablan de la tolerancia a la frustración. ¿También se aplica a quienes no entran a los colegios?

AD: los institutos que te dicen que su tasa es 100% de éxito es… mmmhhh… raro. Somos muy honestos y decimos la verdad: vas a tener el mejor equipo, pero el resultado nunca va a estar garantizado. Desde el diagnóstico inicial que hacemos el primer día, vemos en qué estado está el chico y salta todo: sus habilidades y flaquezas. El objetivo puede ser el Nacional Buenos Aires pero decimos «bueno, estas muy lejos». Charlamos con los padres para que caigan en la realidad y con esa base empezamos a trabajar. Hay papás que piensan que sus hijos son los genios del mundo y otros más realistas que piden «hacele un diagnóstico» y muchas veces nos encontramos con maravillas que tienen un potencial impresionante.

Apoyo escolar… y familiar

¿Cómo se tiene que expresar el apoyo en los padres?

GD: involucrándose con los materiales que necesitan los alumnos, es fundamental no dejarlos solos. Es estar constantemente encima, ir preguntándoles cómo la están llevando, ya que son escuelas con cursos de ingreso muy desafiantes. No es simplemente «yo lo mando, toma las clases obligatorias de la institución y se acabó«. No es suficiente esa hora de clase semanal, es saber cómo le fue en los exámenes. Desgraciadamente algunos chicos mienten las notas, porque no quieren mostrar que les fue mal. Ellos están aprendiendo a ser independientes, pero todavía no lo son. Les estamos enseñando a serlo. Si tu hijo tiene que dar examen el fin de semana, no te vayas afuera, o sea, pateá a favor de él.

AD: es importante que los padres conversen con sus hijos para entender cómo se sienten, si están con ganas. Es el apoyo 360. En ocasiones, los indicadores dan que el alumno está lejos, pero se entusiasma tanto que quiere seguir. Por esa propia motivación y esas ansias, «compra» ese desafío y ahí se ven resultados muy lindos. 

Respecto al mentado «Plan B» en caso de no ingresar, ¿los padres lo tienen?

VD: hay de todo, hay padres muy ordenados que ya lo tienen y hay otros que no. Lo sugerimos suavemente, porque es sano, en algunos casos más que en otros. Nuestro mensaje es «siempre traten de inscribirlos en algún otro lugar«. Los cursos duran todo un año, donde pueden pasar tantas cosas… Es una forma de transmitir cierta tranquilidad a todos. La idea es que el curso sea un desafío, pero no un estrés, martirio o problema.

***

En el transcurso de un año, el curso de ingreso y los exámenes atraviesan la vida del niño –en proceso de ser adolescente– involucrando a su familia. Y, sin embargo, no hay artículos periodísticos que traten acerca de ese momento tan trascendental. 

Es tan trascendental que el protagonista de un film teme decirles a sus padres que no fue aceptado: la dicotomía señalada por Andrea. Los cursos son temores ante el rechazo, esperanza de ingresar a un colegio y la conformación de lazos de estudio entre quienes atraviesan una decisiva experiencia de vida.

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