Los «Paisajes devorados» de Eliseo Subiela y Fernando Birri

A 97 años del nacimiento del cineasta Fernando Birri, el recuerdo de una entrevista a Eliseo Subiela en ocasión del estreno del filme que protagoniza el primero bajo la dirección del segundo.

Por Gastón Dufour

El pasado 13 de marzo el documentalista Fernando Birri, figura y emblema de la Escuela de cine de Santa Fe, hubiera cumplido 97 años. La efeméride es la excusa para rescatar una entrevista al también fallecido director Eliseo Subiela en ocasión del estreno de uno de sus últimos trabajos, el falso documental «Paisajes devorados» (2012), que protagonizara Birri.

Su primer corto fue «Un largo silencio«, un documental filmado en el Hospital Borda, lo que permite conjeturar que su carrera está signada por la temática de la locura, del encierro, de la invisibilidad de las personas que están internadas en un hospicio… ¿Qué lo llevó a hacer ese documental y cómo lo marcó en lo emocional?

Ese documental fue mi primera película. Yo tenía 17 años y me atraía el tema de la locura. Ya había visto algunas películas francesas sobre el tema, que me habían impactado mucho. La realidad es que ni siquiera sabía dónde estaba el hospital. Se llamaba Vieytes en ese entonces. Estamos hablando de 1963. Sabía que estaba cerca de Constitución. Y vi una viejita con un bolso y me dije «la voy a seguir… porque yo creo que va al hospital«. Y así era, iba al hospital. Y estuve ahí, grabando sonido, escribiendo, el guion lo fui construyendo a través de seis meses. Después estuvimos dos o tres meses filmando.

¿Qué lo llevó por ese camino?

Nunca lo supe. Tampoco lo supe cuando filmé ahí 20 años después «Hombre mirando al sudeste«. Tampoco lo sé hoy, que 20 años después filmamos «Paisajes devorados», en el mismo hospital.

 ¿La edad en que hizo su primera película era una etapa difícil?

¿Los 17 años? La adolescencia es una edad con muchos miedos, al menos dos: a la muerte y a la locura. Y es probable que yo tuviera los dos. Esa puede haber sido una de las razones por las cuales fui, el primer impulso. Pero después no, ya le perdí el miedo a ambas cosas. Y me sigue atrayendo, es un tema que me atrae.

¿Filmaba según se iban presentando las posibilidades?

Yo filmo como sea. Si puedo, filmo con un gran presupuesto. Si no, hago «Paisajes devorados» con un presupuesto milagroso. Y si puedo la hago con una Panavision, y si no, la hago con una Canon 5D. El tema es filmar. El deber de todo cineasta es hacer cine. 

Con respecto a la tecnología y los cambios, ¿brinda mejores posibilidades para filmar? 

Sí, en 2000 yo hice la primera película, el primer largometraje latinoamericano de ficción, en video digital. La revolución tecnológica estuvo frenada en el cine durante muchos años, no había cambiado técnicamente comparado con otras artes, con otras técnicas. Como el sonido, por ejemplo. Y de golpe los cambios son más veloces. Ya la cámara con la que yo filmé «Paisajes…» hace dos años es obsoleta. Ya salieron dos modelos nuevos. 

Eliseo Subiela en el estreno de su film «Paisajes devorados» junto a Héctor Olivera, en el Malba. 

¿Sigue creyendo, como dijo en algún momento, que hay que aprender a hacer cine de nuevo?

Yo digo que soy un estudiante de cine avanzado. Todo el tiempo hay que ir aprendiendo. Desconfío del tipo que dice: «Ya sé«.

¿Qué piensa de las escuelas de cine? ¿Sirve un título?   

Hay que aprender, es un oficio. Tiene sus trucos, sus reglas, como cualquier oficio. Para mí lo más importante es aprender a contar. Es el principal déficit de las películas falladas, del cine fallado, que está mal narrado. Yo pongo especial énfasis en el tema de dar herramientas para contar. Eso sí se aprende. Pero después no llegás nunca a ningún lado, estás buscando todo el tiempo. Además, cada película es un desafío, una cosa nueva. Es salir a navegar y no sabés lo que va a pasar en la travesía.

La aventura de dirigir a un director

Con respecto a «Paisajes devorados«, ¿qué lo llevó a pensar en Birri como protagonista?

Como es un falso documental y el personaje tenía un riesgo actoral bastante grande, no quería que fuera un actor fácilmente identificable; de hecho, estuve bastante tiempo buscando actores desconocidos. Y un día pensé en la imagen de Fernando, con quien compartimos una experiencia en la Universidad de Stanford en 2002. Pero me pareció una locura, Fernando estaba en Roma. Le mando un mail y al día siguiente me contesta: «Estoy en Santa Fe«. Fue una de las tantas cosas mágicas que pasaron con este film, que me parece no se hubiera podido hacer sin Fernando.

Fernando Birri.

La película tiene varios homenajes. ¿Hay una referencia visual a «El globo rojo«? 

Ah, sí… no lo había pensado, pero sí. Es una película que yo recuerdo con mucho cariño. No lo pensé, pero evidentemente eso se mostró de manera inconsciente.

En una escena usted aparece en «Paisajes devorados«, ¿no es cierto?

Sí, soy yo. Me da bronca que todo el mundo se dé cuenta. Yo nunca había salido, hay directores que lo hacen todo el tiempo. Y me pareció que estaba bien aparecer. Hay menciones también a «Hombre mirando al sudeste».

Una de las líneas que dice Birri en «Paisajes devorados» es: «El cine que no sirve para hacerte olvidar de las penurias de una vida de mierda no sirve para nada» ¿Realmente es así, o al menos así lo veía usted a los 15 quince años?

La mayoría de las cosas que dice el personaje yo las comparto. No planeamos un cine escapista. Pero el cine es, básicamente, una invitación a soñar, ver más allá de la realidad más aparente. Hitchcock contaba al respecto del efecto fregadero–fregadero, en que un ama de casa se pasa todo el día limpiando y llega el marido y la invita al cine, y cuando empieza la película lo primero que ve es una mujer limpiando la cocina. Que el cine era para llevarte a soñar a otro lugar, no a la realidad de todos los días. A eso alude Rémoro, el personaje de Birri.

Alguna vez dijo que filmar en este país es como jugar al juego de la oca. ¿Lo sigue creyendo?

¿Yo dije eso?  Bueno, sí, es así; quiere decir que uno avanza y luego retrocede cinco casilleros: lo más grave es vivir en este país… Pero tiene que ver con lo mismo, con la falta de reconocimiento… Si llevo cuarenta años haciendo cine y gané noventa premios, significa algo, llegué acá. Depende la administración de turno tenés que retroceder diez casilleros y hacer la fila de nuevo. Pero bueno, es así. 

¿Cuándo el cineasta está conforme con las políticas del Estado para el cine?

Contento estás cuando hay una administración honesta, que sabe de cine, bien intencionada, inteligente… Te imaginás en cincuenta años la cantidad de funcionarios de las más diversas calañas que he visto desfilar por el Instituto… Desde la época de los militares, en la que el cine le había tocado a Aeronáutica, y los interventores eran brigadieres y comodoros. Como si a mí me nombraran interventor de Aerolíneas Argentinas. Yo te diría que el bien más preciado en un dirigente político es la honestidad, que a la vez es el más distintivo y el más escaso.

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