Marcelo Polino, íntimo: “Si pude con el abandono de quien me hizo, puedo con cualquier cosa en la vida”.

El conductor abrió las puertas de un pasado con cicatrices por el abandono precoz de su padre. Las preguntas que le quedaron por hacerle. Y una personalidad que se explica en sus orígenes.

Polino evoca su dura infancia producto de la ausencia de su padre Juan Carlos: “Mamá siempre me mostraba las fotos de su casamiento y las de mi bautismo, tal vez en un intento de que no olvidase su cara. Y muy lejos de escucharle comentarios despectivos, porque jamás me habló mal de él, fomentó mi buena relación con mi familia paterna. Estaba a favor de las visitas a mis tíos e incluso se hizo cargo de su suegra hasta el final de sus días”.

Luego añade: “Lo más loco es que papá no solo desapareció de la vida de su hijo y de su mujer, sino también de la de su madre. Mi abuela Rosa tampoco volvió a verlo, con el dolor desgarrador que eso implica para quien te ha parido”.

“Yo iba a un colegio de curas y era el único chico sin papá. Por lo que cada día del padre era fatal. Todos pasábamos la semana haciendo artesanías con cuero y con madera, pero cuando llegaba el momento yo no tenía a quién dárselas. La situación era tan fea y tan inquisidoras se sentían las miradas que me inventaba otra realidad. Decía que él se había ido de viaje y que faltaba poco para que volviese”, recuerda.

Polino expresa cuán importante fue el psicoanálisis para sanar heridas: “Esa ausencia me hizo más fuerte. Si pude con el abandono de quien me hizo, puedo con cualquier cosa en la vida. Siempre digo: ́Tengo 60 kilos y pico de peso corporal, pero 100 de autoestima´. Si en mi propio núcleo primario no fui tenido en cuenta, la mirada del otro jamás podría hacer mella. Aprendí a priorizarme, a cuidarme y a quererme como nadie lo haría”.

Pero el conductor que debutó con Indiscreciones en 1992, no se daba por vencido y buscaba explicaciones acerca de su padre: “30 años después de haberse ido, nos llegó el dato de que papá había estado en la India. Sí, en la India. Y nunca supimos por qué, ni a qué habría viajado a esa parte del mundo”.

Y a propósito de explicaciones e interrogantes, asume que le hubiera gustado “un diálogo que me permitiese entender, y que habría sido más fuerte que cualquier reproche. Seguramente le hubiese preguntado: ´¡¿Qué te pasó?! ¿Qué fue eso tan fuerte que valió tres abandonos?´”.

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