Que nos encanta llorar en el cine es algo que corroboran éxitos de taquilla como «Titanic», «Lo que el viento se llevó», «Alguien voló sobre el nido del cuco» o la más reciente «Lo imposible». Según un estudio dirigido por Silvia Knobloch-Westerwick, de la Universidad de Ohio, y publicado en la revista Communication Research, las películas trágicas que nos provocan tristeza potencian simultánemanete una reflexión sobre nuestras propias vidas y nos hacen evocar las relaciones más cercanas, aumentando la sensación de bienestar.
En sus experimentos con más de 360 sujetos, Knobloch-Westerwick y sus colegas comprobaron que «cuanto más triste era el argumento, más aumentaba la satisfacción de los espectadores con su propia vida y los niveles de felicidad al abandonar la sala». Los científicos lo relacionan con estudios psicológicos recientes que sugieren que los estados de ánimo negativo invitan a la gente «a pensar de manera más crítica sobre tu propia situación, y a apreciar más lo que tienen». «Los dramas del celuloide nos hacen pensar en los seres queridos y eso nos hace sentir inmediatamente felices», subraya Knobloch-Westerwick.