Para Alejandro Zambra “publicar un segundo libro se parece a avanzar, pero también es como repetir de curso”.

El escritor chileno fue uno de los presentes que jerarquizaron la feria EDITA que se desarrolló en la ciudad de La Plata y cuyo objetivo apunta a fortalecer lazos entre lectores y editores. Zambra se sentó junto con Paula Tomassoni, Francisco Bitar y Marina Closs en una mesa cuyo a la que se etiquetó: Una fascinación. Lecturas / narrativas.

El poeta trasandino remarcó la relevancia de la lectura en edad precoz y puso en crisis ciertas certezas que rondan como verdades de perogrullo: “Es que castigamos el gusto y el placer, como si fueran experiencias inútiles, imposibles de analizar. Y castigamos lo inútil, también. No sé, tanta definición paraliza. Y esa división estricta entre lectura y escritura. Después de disfrutar una canción ajena, lo natural es bailarla y cantarla y tocarla en la guitarra hasta sentirla propia, aunque desafinemos”.

Zambra observa que “un niño que, por ejemplo, a los seis o siete años ha desarrollado un pensamiento intuitivo y espontáneo acerca de la música, y que ha aprendido a contar chistes, y que ha enfrentado la dificultad de recordar y de relatar un sueño, se acercaría con naturalidad a la literatura si lográramos que la vinculara con esas experiencias. Pero los niños suelen recibir señales desalentadoras. Si les gusta contar chistes, los echan de la sala”.  

Añadió que: “Hay que reflexionar sobre los tiempos, los tonos, hay que ganar y perder estructuras. Hay que sobreponerse a las decepciones, también. Esa primera gran decepción, por ejemplo, cuando entiendes que no puedes contarle el mismo chiste a la misma persona dos veces. Es horrible”.

En torno al proceso creativo, Zambra dejó en claro que “cada libro nuevo reescribe el anterior. Yo siento que los libros de un mismo autor guardan entre sí grados de enemistad. Por lo demás, para qué publicar más libros, si en teoría bastaba con uno. Publicar un segundo libro se parece a avanzar, pero también es como repetir de curso”.

Y luego sostiene: “A veces pasa que fracasa el escritor, pero no el texto. O sea: el relato no se parece en nada a lo que intentaste, pero en el fondo sabes que merece existir, y que seguirá existiendo, casi contra tu voluntad. Yo soy bueno para eliminar textos, pero de pronto hay textos que ganaron por sí mismos su derecho a existir”.

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