¿Por qué ingerimos cosas dulces cuando nos encontramos tristes?

El azúcar, sugieren las investigaciones, estimula la producción de dopamina, serotonina y otros neurotransmisores vinculados con el bienestar psíquico.

La facultad que tiene el sabor dulce, característico de los pasteles, las tartas o el chocolate, para levantar el estado de ánimo es bien conocida. Y la razón resulta puramente biológica: estos alimentos aumentan los niveles de determinados neurotransmisores –las sustancias encargadas de transmitir información entre las neuronas del cerebro– que funcionan como antídotos de la tristeza y el estrés: la dopamina, la serotonina, la adrenalina…

Un ejemplo: cuando ingerimos azúcar, un aminoácido llamado triptófano penetra en la barrera hematoencefálica –la que protege al sistema nervioso de sustancias nocivas presentes en el torrente sanguíneo– y estimula la liberación de serotonina, hormona fundamental de nuestro organismo que regula el sueño, la digestión, el deseo sexual, el control de la agresividad y el humor, entre otras cosas.

Un estudio de la Universidad de Lovaina, en Bélgica, demostró que esta mejora del estado de ánimo no es puramente subjetiva. Para evitar un supuesto efecto placebo relacionado con la presentación de los alimentos, los investigadores hicieron ingerir azúcar a unos voluntarios mediante una sonda gástrica después de haberles inducido sentimientos de tristeza con música clásica acompañada de rostros melancólicos. Aun así, su estado de ánimo mejoró tras el ‘chute’.

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