¿Se puede reprimir el instinto depredador?

Los depredadores nunca renuncian por completo a su naturaleza. Incluso los perros, domesticados hace más de 30.000 años, siguen conservando su instinto como cazadores. De hecho, este impulso consustancial a todos los carnívoros está latente en muchas de las razas caninas actuales.

Cuando los perros muerden con fruición trapos y juguetes o corren detrás de un coche, estamos contemplando su herencia depredadora.

Como escribe en su web el famoso adiestrador César Millán: “Jugar y cazar son diferentes estados mentales.

Nosotros debemos encontrar la manera de que el instinto cazador se traduzca más en jugar y menos en cazar”.

Este fenómeno es especialmente perceptible en los zoológicos, donde, a menudo, los cuidadores deben entretener a los felinos para que la imposibilidad de abatir otros animales no acabe afectándoles psicológicamente. Para ello, emplean varias estrategias, como mostrar y agitar cadáveres de pequeños herbívoros o trozos de carne desde lejos: de ese modo, las fieras se lanzarán ufanas a por ellos. También se apaciguan atacando grandes pelotas de goma o incluso figuras de cartón con el aspecto de presas.

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