“Sobre lo natural”, un libro que viene a desmentir mandatos de la dieta.

Monica Müller, quién además es médica, refleja en su última entrega “Sobre lo natural” (edición de Vinilo) ciertas modas vinculadas a la nutrición y al seguimiento de dietas de estos tiempos. La escritora apunta contra recetas que derivan en obsesiones. Puntualmente se refirió a las dietas sustractivas, cuya base se sostiene más en su difusión en redes sociales que en la salud de las personas.  

Müller sostuvo además que “un buen plato de papas fritas es una de las cosas más sanas que podemos comer”.

La escritura recuerda: “Si alguien me preguntara cuándo fue que nuestra vida familiar empezó a enrarecerse, fijaría la fecha en el invierno de 1955, cuando los flanes con dulce de leche empezaron a transformarse en bolas lívidas de tapioca flotando en un agua ambarina, y el pan en bloques grisáceos de una consistencia ideal como arma arrojadiza. De repente, las galletitas que llevaba al colegio mutaron a un licuado de lentejas condimentado con especias raras que comía con cucharita, escondida de la mirada de mis compañeras”.

Müller evoca a su padre y le resulta “inolvidable una noche al volver de su trabajo y encontrar como toda comida un plato de radicheta cruda aderezada con jugo de limón. Aquella vez se levantó de la mesa y, dando un portazo, se fue a comer un guiso grasiento a la cantina que funcionaba en la esquina de casa, un lugar mítico del que los vecinos decían que salían ejércitos de ratas a la noche como encolumnadas tras el flautista de Hamelín”.

Luego añade: “De ese día todavía escucho las palabras sedantes que mamá vierte en mis orejas cuando nos quedamos solas, explicándome que los vegetales amargos desintoxican el hígado, mientras mastico diez veces cada hoja astringente y fibrosa”.

En esa dirección, la escritora observa “la obsesión por procurarse los llamados “alimentos orgánicos”, sea lo que sea que eso signifique para ellas, lleva a muchas personas a complicaciones absurdas y a pagar precios disparatados para conseguirlos, sin tener la menor prueba de que no han sido tratados con agroquímicos”.

Finalmente, Müller detalló que “aunque desde hace unos años el certificado de orgánico está protocolizado con rigurosidad en la Argentina y hoy existen muchos pequeños productores trabajando seriamente en producción orgánica y agroecológica en todo el país, los sistemas de control del Estado no son todo lo estrictos que deberían, lo que permite la actividad de inescrupulosos que se filtran ilegítimamente en la categoría sin merecerla en absoluto».

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