“Vivo en estado de Scrabble permanente”, dice el mejor jugador argentino de la disciplina.

Se trata de Horacio Moavro, quien va cazando las letras dentro de las palabras en la vida cotidiana. Salir al afuera implica una posibilidad de entrenar con los nombres de calles, comercios, carteles y un etcétera que se estira hasta que regresa a su casa. Donde continúa. Su mente vive en estado de juego Scrabble en forma constante.
Moavro, contador público de 65 años de edad, señala que “A todos los que jugamos Scrabble a nivel competitivo nos pasa ¿eh? Es una locura. Voy por la calle y armo palabras con las letras que veo. Cuando jugaba al Tetris también me pasaba. Veía caer las fichitas de colores cuando cerraba los ojos”.
El argentino y vigente subcampeón del mundo, es el capitán argentino de Scrabble y tuvo un enorme progreso estadístico en la ultima Copa del Mundo disputada en Buenos Aires: Ascensió al podio desde el escalón 16.
El título se lo llevó el francés Serge Emig, cuyas paradojas de la vida y en este caso, del Scrabble, permite que un extranjero, sin hablar un español fluido, se lleve la competencia. Claro, Emig es un meticuloso del diccionario de la Real Academia Española.
Al respecto, Moavro indicó: “Juega muy bien y se comió el diccionario, se lo tragó. Ganó el Pasapalabra en Francia y otro en la TV de España. Es un personaje, profesor de tenis, vive en un pueblito del norte de Francia. Yo soy el campeón de los humanos porque Serge no es humano”.
“Es más que un juego de mesa, es un deporte de la mente, como el ajedrez, el bridge. Tiene un reglamento, hay algunos libros sobre estrategias”, apunta con fervor cuando habla de un juego que se disputa en más de 30 idiomas.
“Lo apasionante del Scrabble es que si bien tiene algunos aspectos azarosos, no hay mala suerte. Hay malas jugadas”, revela, al tiempo que enseña “la teoría del quejoso, basada en el chiste que dice que cuando uno gana es por talento y cuando pierde, mala suerte. ‘Perdí por mala suerte, para qué voy a estudiar si total el Scrabble es un juego de azar’. Si hacés eso vas a jugar cada vez peor”.
Y añade “En cambio si te ponés a estudiar, a analizar las cagadas que hiciste, qué cambié mal, por qué no sabía la palabra, o cómo conté mal las letras, podés jugar cada vez mejor y transformás la queja en un aprendizaje. Te sirve para el juego y para la vida”.