Detrás de los prejuicios, un día en la vida de un trapito en la Ciudad.

A instancias del informe que en diciembre del año pasado elaboró la ONG Defendamos Buenos Aires, 8.000 trapitos se despliegan en el territorio del AMBA no sin etiquetas de mafia y descontrol. El caso de Mauricio viene a separar la paja del trigo. Entre aquellos que se la rebuscan ante una mirada social parte aguas y los que son parte de un aparato enquistado en la cultura del apriete.  

-”¿Te van estas tres por 500?”. La voz de Mauricio irrumpe con el énfasis de quien trae una oferta más irresistible que la que te pueda vender cualquier locutor sobre un fin de semana en un hipermercado. 

-”No mano, imposible. En el monoambiente no tengo opciones”. Le devuelve con su caribeña impronta, Eduardo, encargado de un comercio de pizzas y empanadas al paso, a unos sesenta metros del cruce entre Cabildo Y Juramento.

Mauricio vive en Escobar y llega todos los días cerca de las 7 de la mañana a ese punto neurálgico de la Ciudad de Buenos Aires, antes que el aire empiece a llenarse sonidos, para primero, cruzarse con tres compañeros de otras cuadras e ir compartiendo comida, gaseosa o “lo que se rescate”. Y luego, para estar atento a las micro oportunidades que le dan sus dos baldes: Sabe anticiparse a las miradas de los gerentes de pizzerías y restaurantes de la zona y dispara sin miramientos sobre las veredas. Sabe que más tarde habrá recompensa. Ha desarrollado una visión periférica a la que acompaña con el sentido de la escucha de un músico. 

“No necesito mirar, ya sé cuando el auto está maniobrando para estacionar por el ruido del motor”. Un plan de supervivencia disfrazado de táctica.

Su cuadra, entre ambas manos abigarradas de autos estacionados que solo interrumpen su fila por las mesas y toldos de una pizzería, es tan angosta que desde muchas perspectivas se ve como una extensión de las veredas… Esas  veredas como una extensión de una actualidad que lleva bastante pasado…

Mauricio tuvo necesidades y muy temprano tuvo que entender la diferencia entre lo que se podía y lo que no. “Mi vieja vive con mis dos hermanos más chicos en Escobar. A mi me tuvo re pibita, a los 17. Los recuerdos que tengo es que mis tíos también me cuidaban, a veces estaban más tiempo en casa ellos que mi vieja. Yo siento que mi vieja es más vieja de mis hermanos que mía… qué sé yo”. 

Los datos recabados a través de la Encuesta Mensual de Inseguridad que realiza la ONG Defendamos Buenos Aires, arrojó en diciembre de 2021 la cifra de 8.000 trapitos que circulan tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en el Conurbano Bonaerense. El organismo además, aludió en el estudio a “la mafia de los trapitos. Puntualmente a quienes a fuerza de extorsión, amenazas y violencia obligan a pagar por estacionar en la vía pública en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense».

En esa línea, el abogado Javier Miligno, titular de Defendamos Buenos Aires, recalcó que: «La mafia de los trapitos, como así la bautizamos hace más de 10 años, comenzó a tomar trascendencia en la Ciudad de Buenos Aires a partir del año 2008». Miligno, añadió que: «Primero se hicieron fuertes en los partidos de River y Boca, tanto en el Monumental de Núñez como en la cancha de Boca y luego crecieron con la extorsión millonaria en la previa de los partidos de la Selección Nacional y los recitales de artistas internacionales».

Entre preguntas, Mauricio se muestra inquieto para hablar sin pausa, de aquello que se desespera por contar, certezas de su vida mediante. La velocidad en los parpadeos acompaña la andanada de palabras, sin embargo se toma su tiempo para pensar sobre las que requieren cierta reflexión. En ese contexto, su mirada denuncia una tristeza prosódica, de esas que emergen implícitas.   

“Mirá, la verdad que por culpa de muchos que bardean, la pagamos los que vamos con respeto y educación. La otra vez me agarré con uno de un local de acá a la vuelta porque pensó que estaba apurando a una flaca cuando bajaba del auto, pero nada que ver… es que justo de la mano de enfrente, tenía a una camioneta llegando. Y le pegué un grito pero bien. Nada de mala educación. Estaba a mil ese dia. Se lo expliqué al loquito pero me mandó a la mierda. Yo me quedé en el molde, sabés por qué? Porque al otro día tenía que volver. 

Negros de m… 

Los trapitos caen en esa bolsa que contiene tanto a los que salen a buscar las oportunidades que caen de las migas de un mantel, como a los farsantes de la pasión del fútbol que terminan disputándose a los tiros, la torta de la concesión de un buffet, del estacionamiento de un club y de hospedaje y entradas para los mundiales. 

Mientras tanto, la tarde insiste pero pierde con la noche una vez más en Belgrano. Mauricio considera satisfactorio un jueves que se va con 5 empanadas en la panza.  También se va con 500 pesos de una venta de tres silletas de lona de Coca Cola que un gerente le obsequió, un poco porque le llegaron unos modelos nuevos, y otro poco por los baldazos que le renovaron la imagen estética de una vereda donde se reúnen por naturaleza, folletos, servilletas, bollos de papel, comida, palomas y otras yerbas.

Al tiempo que pasea con sus pupilas un Peugeot 206 que va en modo slow motion, como dudando de estacionar, confiesa: “Tampoco me la voy a delirar toda, quiero ponerme las pilas, dejar los vicios y ahorrar. Ah, porque no te lo conté antes: quiero terminar el secundario”. Y sí, su corrida impetuosa alcanzó al vehículo.

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