«La fiesta silenciosa» de Gerardo Romano

Semblanza de la película dirigida por Diego Fried y entrevista a Gerardo Romano, uno de los protagonistas de este filme local.

Por Gastón Dufour

Tras ser exhibida en octubre de 2021 en el autocine de Mandarine Park, «La fiesta silenciosa« fue estrenada en el cine Gaumont. En un elenco muy parejo, formado por Jazmín Stuart, Lautaro Bettoni, Esteban Bigliardi y Gastón Cocchiarale, se destaca la sólida labor de Gerardo Romano, entrevistado por El Canillita Digital.

Una fiesta inquietante

El director Diego Fried eligió exponer a los personajes, a quienes las circunstancias los empujan al límite. Esta revisión a través de una mirada que es, a la vez, de algún modo un análisis desde lo político, sociológico y psicológico respecto de los deseos de la posesión del cuerpo del otro y todo lo que eso significa. Se genera así un debate profundo de la dimensión física (visual) que genera la puesta en foco de la violencia descargada por una masa que se siente impune.

El trabajo de Jazmín Stuart se destaca por su valiosa interpretación en general y en lo particular por la recreación de una situación de abuso. Su personaje se muestra libre porque así se siente, al menos en la apariencia. Laura no encuentra en sus vínculos más cercanos reposo alguno y elige fundirse en un festejo en el que cada quién está en su propio rollo individual para volverse anónima, esconderse, escapando así de la hipercontroladora mirada paterna. 

Posteriormente, la manada por medio de la violencia, el control y el sometimiento trastoca la voluntad de la protagonista. Así el ciclo de la violencia se repite. 

El resto del elenco se destaca también y están planteados desde un espacio en que son seres indignos que rapiñan desde su lugar de poder todo lo que ven y desean, o se muestran agazapados y amenazantes, cuando el espacio o la situación se los permite.

Gerardo Romano: «El abordaje sin medias tintas es algo fundamental para el buen resultado del trabajo»

Uno de los actores más reconocidos del medio, Gerardo Romano ha transitado el cine, el teatro y la televisión con similar ductilidad. Pasa de un ámbito al otro, siempre con solidez.

Su personaje en «La fiesta…» se caracteriza por una fuerte impronta de opinión sobre el ser humano y sus condicionamientos, además de un posicionamiento político y social marcado con claridad y su labor exhibe sin lugar a dudas las herramientas interpretativas que posee.

Tiene una gran performance a través de un personaje construido con intención, planteado en capas, que van de la amabilidad sutilmente dominadora de todo su contexto hasta el desprendimiento de un huracán desmedido que arrasa con todo lo que ve y entiende que no puede controlar. 

Entrevistado por El Canillita Digital, estas son sus definiciones.

¿Cómo llegó a esta película?

El director me convocó y nos pusimos de acuerdo al segundo. Fried es un tipo muy agradable, muy simpático, que sabe lo que quiere, y fue todo muy fluido. En lo que tiene que ver con el personaje, tuvo una construcción que se dio a través de un proceso racional, en fusión con un trabajo inconsciente previo a lo largo de la vida, en que uno va empapándose con la realidad, a la manera de una suerte de imitador. Uno, con el tiempo, internaliza acciones, conductas y situaciones de personajes, tomas de posición.

Hay una preparación.

En cada trabajo en que uno pone el cuerpo hay un proceso contemporáneo, consciente e inconsciente, además de una interpretación previa. Todo eso se fusiona e intervienen situaciones que uno ha vivido, factores diferentes como caminos internos larvados, y en ese sentido el acierto depende de esas vivencias. Entonces el mejor actor será el que tenga mayor cantidad de posibilidades de identificación, para aprender de los personajes y exhalarlos.

¿Cómo definiría a su personaje, que se adueña de cierta violencia, un ejercicio casi constante de presión, que lo oculta detrás de una fachada de amabilidad sutil pero firme?

La pulsión de muerte y de violencia anida en cada ser. Luego la sociedad lo estimula o lo neutraliza. El ser humano tiene una gran complejidad.  Esa exacerbación de la violencia, esa explosión en las redes sociales se ve muy claramente. Mi personaje es un juez, creyente, amante de las armas… A la hora de actuar se ampara en la violencia, las leyes religiosas como la ley del Talión y te diría más, va un paso más allá… ha ido prohijando esa pulsión de muerte de diversas formas. 

Con respecto a la relación de su personaje con Laura –que interpreta Jazmín– ¿ella transita por la violencia que anida en él y se le ha hecho carne de alguna manera? ¿Hay algo de eso que no esté visible en la superficie?

Las escenas, en cuya construcción no hubo condicionamientos, se llevaron adelante sin pudor, sin complejos, de manera que yo creo que a Jazmín le pasó algo parecido a lo que me pasó a mí. El abordaje sin medias tintas es algo fundamental para el buen resultado del trabajo.

Una vez dijo que necesitaba vivir de manera más austera. ¿Qué le genera en lo íntimo una serie de comodidades que le puedan parecer un exceso?

Nada que no le ocurra a los demás. En definitiva, lo que uno quiere es una cierta seguridad, las cosas básicas. Si uno no las tiene, le provocan dolor… Se trata de la singularidad de la vida. Pero las cosas importantes no se consiguen con dinero. La salud, el amor… El diseño de esta sociedad no ayuda. 

Uno en realidad vive aspirando, deseando, consumiendo cosas que no necesita.

Pero uno va cumpliendo años y las cosas se van resignificando, y va comprendiendo esos significados, y aprendiendo. 

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