El conductor abrió las puertas de un pasado con cicatrices por el abandono precoz de su padre. Las preguntas que le quedaron por hacerle. Y una personalidad que se explica en sus orígenes.
Polino evoca su dura infancia producto de la ausencia de su padre Juan Carlos: “Mamá siempre me mostraba las fotos de su casamiento y las de mi bautismo, tal vez en un intento de que no olvidase su cara. Y muy lejos de escucharle comentarios despectivos, porque jamás me habló mal de él, fomentó mi buena relación con mi familia paterna. Estaba a favor de las visitas a mis tíos e incluso se hizo cargo de su suegra hasta el final de sus días”.
Luego añade: “Lo más loco es que papá no solo desapareció de la vida de su hijo y de su mujer, sino también de la de su madre. Mi abuela Rosa tampoco volvió a verlo, con el dolor desgarrador que eso implica para quien te ha parido”.
“Yo iba a un colegio de curas y era el único chico sin papá. Por lo que cada día del padre era fatal. Todos pasábamos la semana haciendo artesanías con cuero y con madera, pero cuando llegaba el momento yo no tenía a quién dárselas. La situación era tan fea y tan inquisidoras se sentían las miradas que me inventaba otra realidad. Decía que él se había ido de viaje y que faltaba poco para que volviese”, recuerda.
Polino expresa cuán importante fue el psicoanálisis para sanar heridas: “Esa ausencia me hizo más fuerte. Si pude con el abandono de quien me hizo, puedo con cualquier cosa en la vida. Siempre digo: ́Tengo 60 kilos y pico de peso corporal, pero 100 de autoestima´. Si en mi propio núcleo primario no fui tenido en cuenta, la mirada del otro jamás podría hacer mella. Aprendí a priorizarme, a cuidarme y a quererme como nadie lo haría”.
Pero el conductor que debutó con Indiscreciones en 1992, no se daba por vencido y buscaba explicaciones acerca de su padre: “30 años después de haberse ido, nos llegó el dato de que papá había estado en la India. Sí, en la India. Y nunca supimos por qué, ni a qué habría viajado a esa parte del mundo”.
Y a propósito de explicaciones e interrogantes, asume que le hubiera gustado “un diálogo que me permitiese entender, y que habría sido más fuerte que cualquier reproche. Seguramente le hubiese preguntado: ´¡¿Qué te pasó?! ¿Qué fue eso tan fuerte que valió tres abandonos?´”.