¿Existe la posibilidad de vivir a base de silicio?

El silicio, abundante en la Tierra, se parece mucho al carbono. ¿Podrían existir formas de vida basadas en él o diseñarse organismos a partir de ese elemento?

En 2016, un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de California (Caltech), dirigido por la química Frances Arnold, anunció un logro sorprendente: habían conseguido que una bacteria produjese hidrocarburos que incorporan silicio. Para ello, le añadieron un gen que codifica una proteína presente en unos organismos extremófilos de las fuentes hidrotermales de Islandia. Podría parecer uno de los muchos avances en ingeniería genética que se están dando en los últimos años, pero, en realidad, significa la apertura de una puerta hasta ahora vedada que puede conducir a la aparición de una nueva bioquímica de la vida.

La cuestión es que todos los organismos de nuestro planeta construyen todas y cada una de las partes de sus células con moléculas cuyo armazón es el carbono. No obstante, el elemento que presenta una química más parecida a la suya es el silicio. Se encuentra justo debajo en la tabla periódica, puede formar cuatro enlaces, como él, y moléculas tan parecidas que sería posible construir toda un química paralela. Sin embargo, presenta importantes inconvenientes. Por ejemplo, los enlaces carbono-oxígeno se pueden hacer y deshacer, pero con el silicio son eternos, lo que limita considerablemente su capacidad para ser la base de la vida.

De hecho, aunque esta tiende a aprovechar lo que tiene a su alcance, ha evitado hacer uso del silicio. Y eso que tras el oxígeno es el segundo elemento más común en la corteza terrestre –representa el 27,7% de la misma–. Ahí tenemos la arena de los desiertos: está compuesta de sílice, un mineral formado por ese elemento y oxígeno.

De momento no se han encontrado pruebas que sugieran que exista o haya existido una biología basada en el silicio; ni tan siquiera de productos prebióticos de este elemento. Ni aquí, ni en meteoritos, cometas, el medio interestelar o las atmósferas de los planetas gigantes. En todos esos lugares hay óxidos de silicio, pero no sustancias que puedan considerarse algo así como las precursoras de una bioquímica del silicio. Esto no significa que no exista en algún enclave y que, de algún modo, como indican algunos investigadores, hayan prosperado seres vivos basados en él –por ejemplo en compuestos de organosilicio– que quizá usarían la oxidación del hierro como nutriente.

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