Camino a su Last Dance, Messi elude el paso de los años y pone a la Argentina en el umbral de la Copa del Mundo.

Es 12 de diciembre de 2012. Barcelona se impone ante el Córdoba por 2 a 0 en el estadio Nuevo Arcángel por la Copa del Rey. Las firmas de ambos tantos son autoría de Messi. El equipo Culé, con las espaldas de un 2011 en el pico más álgido de su performance Guardiolista, viene de vapulear al Santos de Brasil en la final de la Copa Intercontinental. Messi no corre el campo. Vuela al ras.

Es 13 de diciembre de 2022. Argentina se diploma de equipo tras aplastar a Croacia 3 a 0 en la primera semifinal del Mundial de Qatar. Tras un inicio con las dudas de los que caminan pidiendo permiso y la zozobra de los que tiemblan ante cada decisión, el equipo recompone su oficio. Saca a relucir un carácter insuflado por su corazón. Messi ya no vuela. Se ha transformado en un crack integral.

El defensor del Leipzig alemán, Gvardiol, apenas había recibido una gambeta en todo el certamen. Imponía el temor de un gladiador, con esa máscara protectora. A falta de 20 minutos para el final, un Messi que lucía fatigado y con esa molestia en la cara posterior del muslo izquierdo que suscitaba temores entre los argentinos desde la mitad del primer tiempo, se empeñó en homenajear a su versión de diez años atrás.

Le propuso velocidad, administró el balón, lo protegió, lo convenció con la suavidad de su zurda al pie y con un amague dejó al defensor mirándole la patente. El resto fue un centro atrás como marcan los manuales para el tercer gol en formato decorador de Julian Alvarez. Porque si hay algo que ha adquirido Messi en esta etapa otoñal de su carrera, es sabiduría.

Pareciera que esa explosión a la fue silenciando el almanaque, la hubiese reemplazado un repertorio de mayores recursos: La inteligencia para ocupar los sectores indicados. La astucia para acompañar las acciones y aparecer entre líneas. La bravura para entorpecer las conexiones de los rivales. La postura para cubrir el balón y no dejarle otra opción a su marcador que la de una inevitable infracción. Un Messi cuya sonrisa no le entra en el rostro. Disfruta de jugar. Nunca antes se estará sintiendo parte de un colectivo al que el talle equipo le calza perfecto.

El portero croata Dominik Livakovic venía de detener cuatro penales en las series de definición ante Japón y versus Brasil. Pero Messi está destinado a seguir pulverizando rivales en lo que va camino a ser su Copa. El aroma a Mundial con M de Messi se hunde en las fosas nasales. Remate alto y firme para abrir la cuenta.

Con el primer grito, dejó atrás a Gabriel Batistuta y llegó a 11 goles, para convertirse en el máximo goleador argentino en Copas del Mundo. Además, el domingo saltará al campo por vigésimo sexta vez con la casaca albiceleste y se pondrá por encima del alemán Lothar Matthäus. 

En lo que refiere al análisis del juego, el elenco de Lionel Scaloni supo padecer el dominio territorial que llegó a insinuar el mediocampo croata con el trío Modric, Brozovic y Kovacic al comienzo. Hasta que Enzo Fernández clavó uno de sus puñales para habilitar a un desatado Julián Alvarez. Penal e historia ya contada.

El segundo tanto bien podría graficar el espíritu de la sangre joven con la que Messi se encontró en esta nueva generación. A riesgo de ser antipático, pero sin culpas cuando se habla de él. Un jugador con el ego ubicado en el sitio justo. Una pieza de equipo. Alvarez parece haber llegado corriendo desde el Monumental hacia Londres. Y desde la casa del City, parece haber corrido hasta Medio Oriente para sumarse a la selección.

Así vive esta chance en el Mundial. Así juega. Te atropella, te molesta. Te acorrala. Y no perdona. Un tábano insoportable para las defensas. 

Aunque también vale mencionar, desde una visión macro, la solidez de los zagueros: Otamendi imperial. Romero y su fiereza. Lisandro Martínez, un tiempista elegante. A ello se le sumó un soberbio partido de Tagliafico, atento en las coberturas, firme para anticipar, sólido para invadir terreno rival. El buen criterio de la zona media: Enzo Fernández que parece haber llegado a la selección para marcar una época. Mac Allister no es consciente o nadie le aviso, o prefiere no enterarse que se trata de su destacado nivel. Hasta Paredes fue de prolijo a lúcido en su sobresaliente actuación.

Argentina y otra final. La segunda en menos de diez años. Los diez años entre aquel 2012 y éste 2022. El olor a revancha encapsulado en el tiempo, exige la celebración de éste Messi.

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