“Tengo todavía la imagen de la última persona que sacamos de los escombros en la AMIA», Crescenti y una vida entre emergencias.

Al titular del SAME, Alberto Crescenti, no le vengan con rutinas de oficina. Más bien su vida está signada por otra clase de rutina, la de lo extraordinario. 

Sus dos períodos al frente del servicio público y gratuito de emergencias retratan que el oficio es más fuerte que él mismo. Estuvo desde 1991 hasta 1998. Y luego resolvió retornar en 2006.

«A mí me gusta trabajar. Siempre quise ser lo que soy, el director de emergencias de la Ciudad. Me fui formando, me propuse serlo, hoy estoy orgulloso del sistema que conduzco. Es fantástica la cantidad de gente que me acompaña, conductores de ambulancia, radio operadores, médicos», señala.

Crescenti describe: «El teléfono no se apaga nunca, de noche tampoco. Hay casos que exigen la presencia del ejecutivo para conducir. Pero hay una cosa fundamental: tenés que dar el ejemplo y estar al lado de tu gente. Salgo de acuerdo al conocimiento que tengo de la ciudad. Un incendio, un derrumbe, una explosión, un accidente de tránsito, un accidente ferroviario».

Crescenti dispone de dos helicópteros y 160 ambulancias. Asimismo, tiene a cargo alrededor de 1300 profesionales. A saber operadores, chóferes, administrativos. También le responden médicos de guardia de los establecimientos de salud pública de la Ciudad.

A propósito de su conducta saludable para sobrellevar el agitado ritmo de vida, revela que «por suerte no fumo, no tomo alcohol. Practicaba deportes, ya no. Me gusta caminar. Me cuido todo lo que puedo porque uno tiene que estar en la mejor forma física. Subirse y bajarse de un helicóptero, subir a un móvil y bajarse. Te exige un esfuerzo y uno tiene que estar preparado para eso. Huellas te dejan. Yo tengo todavía el rostro de la última persona que sacamos de los escombros en la AMIA. Tengo su imagen».

Sobre las consecuencias anímicas de su profesión, el director del SAME confiesa: «Uno después llora en su casa, llora con su equipo. Como cuando perdimos a la segunda jefa de bomberos en Iron Mountain, que murió en mis brazos prácticamente. Fijate que pasaron años y sin embargo la ‘caja negra’ sigue rebobinando».

Y añade: «Lo importante es que vos puedas apoyar la cabeza y dormir. Somos seres humanos, también seguramente hemos cometido errores. Si tenés ese sentido culpógeno, un día te tapas con la frazada y no vas a trabajar. Ese día te tenés que retirar».

Una de las experiencias más traumáticas en la que debió actuar fue en la tragedia de Once con el Ferrocarril Sarmiento (22 de Febrero de 2012). 

En dirección a ese episodio, recordó: «El vagón de Once no se lo deseamos a nadie los que estuvimos adentro del vagón. Ni a tu peor enemigo. Tener 150 personas en 6 metros cuadrados mirándote a los ojos, gente ha fallecido o próxima a morir y saber que tenés una determinada cantidad de tiempo para sacarlos. Se nos ocurrió en ese momento tirarles vaselina y agua para hacerlos resbalar. Nosotros acomodamos casi 800 heridos en los hospitales. El vagón es una imagen durísima».

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