Julius, la alegría como bandera de revolución

Una obra conmovedora con un tour de force extraordinario de su protagonista.

Por Mirtha Caré 

La obra teatral «Julius«, de Rubén Pagura, interpretada y dirigida por Luis Gianneo está basada en el libro «Reportaje al pie de la horca«, publicación póstuma de los textos que escribió en cautiverio el periodista checo Julius Fucik.   

Contexto histórico

Julius Fucik nació en Praga en 1903 y murió en la horca, condenado por los nazis en Berlín en 1943. Fue periodista, escritor y militante del Partido Comunista de Checoslovaquia.

Se desempeñó como redactor del periódico Rudé Právo y de la revista de política y literatura Tvorba, medios en los que publicaba notas y reportajes sobre temas sociales y culturales. 

Durante la ocupación de Checoslovaquia por el ejército nazi, Julius continuó publicando de forma clandestina y realizando actividades contra el fascismo, utilizando el seudónimo de profesor Horák.  

Gianneo se formó con Augusto Fernández, Carlos Gandolfo y Carlos Rivas.
Foto: promoción de la obra.

En 1942 es descubierto por azar en una reunión clandestina. La Gestapo lo detiene y es recluido como uno de los prisioneros más importantes y peligrosos en la prisión de Pankrác (Praga), donde fue torturado casi hasta la muerte. A pesar de esto, nunca lograron doblegarlo. No pudieron conseguir de su boca ninguna información sobre sus compañeros ni de las actividades del partido.

Mientras se encontraba en la cárcel, y gracias al apoyo de Adolf Kolínsky, un guardia checo infiltrado, Julius redactó, con un lápiz y en pequeños trozos de papel, todas sus vivencias: el horror de las torturas, las condiciones en las que estaba y las relaciones con los otros detenidos. 

Estos papeles fueron sacados de a uno y guardados por la resistencia checa y, con posterioridad al asesinato de Fucik, fueron recuperados por su esposa, Augusta Kodericova, también combatiente en las trincheras contra los nazis y liberada de un campo de concentración luego de la derrota de Hitler. 

Gusta Fucíkóva, como se la conocía a Augusta Kodericova, cuando se encontró de nuevo en libertad fue tras los rastros de su marido, y una vez recuperados los escritos los publicó en el libro titulado «Reportaje al pie de la horca» (1947).  

Cabe recordar que el 8 de septiembre se conmemora el Día Internacional del Periodista, en homenaje a Julius Fucik, ejecutado por los nazis en esa fecha.

El actor tiene una importante trayectoria en teatro, cine y televisión.
Foto: promoción de la obra.

Sobre la obra y la actuación

La obra que integra la cartelera porteña actual es un unipersonal protagonizado por Luis Gianneo. Sin embargo, el actor hace transitar por la escena a doce personajes, inconfundibles, con sus características particulares bien definidas. Y esto lo logra con un único vestuario al que le realiza imperceptibles modificaciones y, sobre todo, gracias a la destreza de su cuerpo entrenado y a los cambios de su voz

La escenografía está compuesta por una silla y una tela blanca que cuelga detrás, y de la que el actor se vale, junto a los precisos cambios de iluminación, para representar las tormentosas vivencias de los personajes.  

Una de las figuras más destacadas es la de «el padrecito». Él es quien se ocupa de cuidar, como puede y con lo poco que tiene, al periodista: de alimentarlo para que no muera de inanición, de curarle las heridas y protegerlo del frío. 

Otro destacado es Adolf Kolínsky, el guardia infiltrado que lo anima a escribir todo lo que está pasando para que esa historia no desaparezca con él.

Algunos de los momentos más sublimes y conmovedores son los que retratan la historia de amor de Julius con su esposa Gusta. Quien nada sabía de su esposo, aun estando a algunas celdas de distancia en el piso inferior, y que vivía atormentada entre la angustia y la ilusión. 

El horror de la guerra

Otro momento extraordinario es el de la burla encubierta hacia los guardias en la media hora de gimnasia un Primero de Mayo, cuando los detenidos realizan sus ejercicios y, bajo la instrucción de Fucik, representan, con cuidado disimulo, la hoz y el martillo —símbolo de la unión de los trabajadores y el comunismo— y también la tirada de volantes de la revolución. 

«El primer ejercicio: uno, dos; uno, dos: los golpes del martillo. El segundo: segar. El martillo y la hoz. Con un poco de imaginación los camaradas quizá comprendan. El martillo y la hoz. Miro en torno mío. Ellos sonríen y repiten los ejercicios con fervor. Me han comprendido. He aquí, muchachos, nuestra manifestación del Primero de Mayo. Y esta pantomima es nuestra promesa del Primero de Mayo, a la cual permaneceremos fieles, aun cuando marchemos hacia la muerte» (Fragmento del libro representado en la obra).

Los 70 minutos que dura la puesta son intensos y conmovedores. La sensación que queda después de terminada es que se han visto una docena de actores. Y, además, queda la impresión de haber estado ahí, en Pankrác, esa cárcel fría, oscura y aterradora de Praga.

La memoria volcada en esta obra da cuenta de algunos de los horrores causados por los genocidas nazis. Y de la valentía de los hombres del pueblo que lucharon poniendo lo colectivo sobre lo individual y cómo, incluso en la desgracia, nunca dejaron de sostener la alegría como bandera: «Hemos vivido para la alegría; por la alegría hemos ido al combate y por ella morimos. Que la tristeza jamás vaya unida a nuestro nombre«. Firmado: Julius Fucik.

«Julius«

En Belisario Club de Cultura

Avenida Corrientes 1624, CABA

Los domingos a las 19

Entradas por  Alternativa Teatral

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